martes, 31 de julio de 2007


He-Wolf



Apenas amanecía sobre los campos vírgenes. Hasta el más verde de los juncos parecía bañanse de anaranjado en el comienzo de aquel día. La tensa calma reinaba en los valles como agazapada esperando el momento exacto de la inevitable batalla mientras una turbia niebla todo lo cubría y en el horizonte...nada.

Escapaba el sol de su guarida y dejaba percibir sutilmente el aroma de la muerte que allí en poco tiempo tendría su sangriento festín.

Al norte se ubicaban las hordas acechando como esperando el instante perfecto para liberar toda su furia encarcelada hacía décadas. Cientos, quizás miles de ellos construían con inquietante exactitud el esquema perfecto de la contienda en sus mentes muchos sin siquiera saber porqué otros convencidos de que en frente a ellos sin dudas se hallaba el enemigo.


Unos doscientos metros al sur el aliento de mis guerreros me rodeaba, sus armaduras resplandecían bajo la luz de la mañana y sus manos blandían con hidalguía la historia de sus espadas. Uno a uno les miré a los ojos, murmuré su nombre y fueron percibiendo en mi rostro la esperanza que en sus almas depositada estaba.

Cuando el suelo comenzó a temblar le vi delante...Su piel blanca y su mirada clara parecían enmudecer el ruido de la estampida que se acercaba. El lomo arqueado y la cabeza gacha, las patas marchando al ritmo de su respiración y la boca semiabierta dejando escapar el calor de su cuerpo platinado. Dio la vuelta, caminó adelante y como si desde siempre hubiese sido nuestro guía marchamos todos al compás de sus pasos.

Ensordecedora maraña de bestias atacando, ríos de sangre cubriendo el suelo fértil, amigos muertos a mi lado, espadas vencedoras y vencidas aferradas a dedos trémulos y vigilantes y el olor... ¡Maldito aroma del aniquilamiento temprano que intentábamos esquivar con cada movimiento! ¡ Sabia danza del frío metal sobre nuestras cabezas y cientos de lágrimas del cielo, oportuno llanto de los Dioses que veían caer uno tras otro a sus soldados en impías manos de impías bestias asesinas!

Imponente sobre el otero estaba él, erguido, observando. La lengua rosada y blanda apenas agiitada y la garganta lista para liberar su más poderoso aullido.

Todo eran ayeres sin mañanas e historias sin finales y apenas algunos agonizantes héroes se revolcaban, aferrados a un delgado hilo de vida en el barro escarlata que los cubría.
Aún en pie, en mi boca el sabor amargo de la derrota saboraba...¡Pero si habíamos dado todo, si éramos únicos y adalides, si ninguno era menos que Santo aquel día...!

Cuando sentí el frío del acero en mi cuello mis ojos se nublaron y mis rodillas se quebraron...


-¡El general, El General!- Gritaban los engendros con su estúpido orgullo en tanto que mi cuerpo tendido sobre los restos de otros formaba parte del fin de la batalla.

Recuerdo que lentamente giré mi cabeza hacia la colina y él ya no estaba sino que desde allí yo mismo me veía desangrar gota a gota entre las botas de los vencedores teñidas con el rojo brillante de mi sangre . Recién ahí pude gritar con fuerza, agradecí a mis Dios y maldije a mis demonios, bendije las almas de mis hombres y a mis Sagradas Tierras y todo en casi diez palabras que como si desde siempre hubiesen estado allí buscando la salida emanaron desde mi garganta como un aullido pavoroso y verídico, llegando desde mis entrañas hasta los cielos que temblaron al escucharme.

Mi cuerpo yacía sin vida en la ladera pero el General, el General no había muerto.

domingo, 29 de julio de 2007

Soneto V


Soneto de tu boca


Tu imagen dormida en el espejo
tendrá más de mil tardes esperando
mientras mi alma herida sollozando
llorará el sabor de besos viejos.
**
Será que he errado mi camino
cuando en otros brazos he dormido
sabiendo que los tuyos eran míos
y tú no serás nunca mi destino.
**
A veces esquivo el dolor que me provoca
haberte perdido en aquella noche loca
aún sabiendo mi deseo era tu boca.
**

Ya no habrá otoños amarillos aguardando
ni otros veranos nuestra dicha contemplando
cuando el tiempo me encuentre marchitando.

miércoles, 4 de julio de 2007

Solo




En la mano un amuleto apretaba con fuerza,la lluvia no lo inmutaba,
el viento se había llevado hacía rato su sombrero y sus botas empapadas estaban ya varios centímetros enterradas en el barro. Caía la noche y el cielo entre violeta y gris dejaba de vez en cuando colarse un tenue rayo de luz de luna que desaparecía al instante y desdibujaba otra vez su lánguida silueta en la oscuridad.

Todo lo que él era estaba allí, su historia y su presente, sus buenos y malos momentos, su alegría y su tristeza, su sociego y la pasión, aquel día...Era estío la mañana en que la conoció cuando caminaba por las calles empedradas de la cuidad que luego fue testigo de sus miradas cómplices. Tardes enteras esperando que el momento exacto para acercarse llegase y de pronto aquel oportuno tropezón, caída del destino quizás que quiso que ambos cruzaran sus primeras palabras.

¡Cuántas lunas esperando besarla, cuántas otras abrazarla y cuántas más poseerla! Si el cielo y el infierno parecían fundirse y estallar al juntarse sus labios con los de ella, el rocío de la noche avergonzarse ante la humedad de sus cuerpos y la brisa de la madrugada emnudecer envidiosa de sus suspiros.
Era todo y nada, su juez y confidente, su enemiga acérrima y su más íntima amiga, su luz y sus sombras, su Dios y sus demonios, su amante y su cautiva.

Poco a poco fue dejando caer su cuerpo entumecido por el frío y el espanto, primero las rodillas, luego el tronco , por último la cabeza.

Tendido.

Ya asomaba el sol de la mañana en el horizonte cuando lo hallaron. Nadie pudo jamás entender cómo morir así pudo dibujarle esa sonrisa en su rostro, nadie comprendió jamás la extraña comunión de sus almas al momento exacto de expirar, ese instante único de paso entre la muerte y la vida, la locura y la dicha, la soledad y ella.

sábado, 28 de abril de 2007

Bajo las espadas del peligro, el hombre se autodescubre y encuentra adormecidas fuerzas para resistir.


Hoy no voy a dejar tan solo retazos de mí sino todo mi ser en estas letras. Me siento como un pájaro en medio de la tempestad, mis fuerzas ya no son las mismas y la soledad me cala hasta los huesos. Soy más débil de lo que pensaba y a veces creo que espero por cosas que jamás sucederán. Las tardes son eternos ocasos y las noches interminables prisiones de mis deseos más absurdos. Estoy casi abandonada a mi suerte en medio de la gente y si miro hacia atrás no logro distinguir los pasos que me trajeron hasta acá. Si todos somos pecadores por el pecado de un solo hombre...¿Sería tan díficil redimirnos si tan solo uno de nosotros hiciera lo correcto? Dicen por ahí que soy toda una esperanza para muchos, que mi generación está casi perdida y los ideales ya no existen, sin embargo a veces creo que en mis manos está la solución y trato con todas mis fuerzas de entenderme a mi misma para facilitar el entendimiento de los demás. Pero soy carcelera y verdugo de mis acciones y mi alma yace casi inerte en un desierto sin restricciones. No es por absurda ni por temerosa, pero me retracto de mis errores e intento salir de mi propia tumba a diario, juro que lo hago... Aún doy todo de mí sin esperar nada a cambio, aún amo y odio con intensidad, bebo de mis pasiones y navego en los fluidos de los cuerpos que voy dejando atrás. Todos los caminos me llevan al mismo sitio, la misma puerta, el mismo lodazal en el que me encuentro inmersa, solitaria y aterrada de saber que el día recién comienza y me espera con su deslumbrante contraluz como desafiando mis instintos. Me sé tan solo una más en el camino y me aferro a las palabras como si ellas fuesen en verdad capaces de cambiar al mundo. Sin embargo las baldosas de mi patio son las mismas y los segundos avanzan uno tras otro sin control mientras espero, tiemblo, nazco y muero con cada sonido que emito y mis lágrimas llenan poco a poco inmensos mares de aguas turbias en los que flotan a la par las esperanzas y los sueños, los demás con sus historias y cientos de restos devastados de otros cuerpos tan cansados y tiesos como el mío. Espero ver a lo lejos una orilla, un muro, algo que me indique que he llegado, que el puerto está cerca y sin embargo al mirar al horizonte solo veo sentencias ajenas y falacias de mi boca que no son más que promesas incumplidas y fantasías inciertas. En las noches a veces me parece que te encuentro cerca, que me tocas y deseas y entre las tibias sábanas de mi cama ancha, sin embargo tan solo encuentro mis manos, que resbalan solitarias por mi cuerpo tratando de descubrir cómo es que te necesito tanto si jamás te tuve cerca...

martes, 13 de marzo de 2007


Mi soledad


Te recuestas en los rincones de mi alma
mi deseo muere en medio de la tempestad,
te veo en cada gesto en cada calma
y sin embargo solo encuentro soledad.

Mi cuerpo yace inerte en la tormenta
y te busca como barco a la deriva,
me encuentra solo a mí casi desierta
de la nada buscando la salida.

Y de los últimos recovecos del pasado
como un viejo imperio devastado
mi pobre corazón me dice a gritos
¿Porqué lloras niña, si jamás te han amado?