sábado, 28 de abril de 2007

Bajo las espadas del peligro, el hombre se autodescubre y encuentra adormecidas fuerzas para resistir.


Hoy no voy a dejar tan solo retazos de mí sino todo mi ser en estas letras. Me siento como un pájaro en medio de la tempestad, mis fuerzas ya no son las mismas y la soledad me cala hasta los huesos. Soy más débil de lo que pensaba y a veces creo que espero por cosas que jamás sucederán. Las tardes son eternos ocasos y las noches interminables prisiones de mis deseos más absurdos. Estoy casi abandonada a mi suerte en medio de la gente y si miro hacia atrás no logro distinguir los pasos que me trajeron hasta acá. Si todos somos pecadores por el pecado de un solo hombre...¿Sería tan díficil redimirnos si tan solo uno de nosotros hiciera lo correcto? Dicen por ahí que soy toda una esperanza para muchos, que mi generación está casi perdida y los ideales ya no existen, sin embargo a veces creo que en mis manos está la solución y trato con todas mis fuerzas de entenderme a mi misma para facilitar el entendimiento de los demás. Pero soy carcelera y verdugo de mis acciones y mi alma yace casi inerte en un desierto sin restricciones. No es por absurda ni por temerosa, pero me retracto de mis errores e intento salir de mi propia tumba a diario, juro que lo hago... Aún doy todo de mí sin esperar nada a cambio, aún amo y odio con intensidad, bebo de mis pasiones y navego en los fluidos de los cuerpos que voy dejando atrás. Todos los caminos me llevan al mismo sitio, la misma puerta, el mismo lodazal en el que me encuentro inmersa, solitaria y aterrada de saber que el día recién comienza y me espera con su deslumbrante contraluz como desafiando mis instintos. Me sé tan solo una más en el camino y me aferro a las palabras como si ellas fuesen en verdad capaces de cambiar al mundo. Sin embargo las baldosas de mi patio son las mismas y los segundos avanzan uno tras otro sin control mientras espero, tiemblo, nazco y muero con cada sonido que emito y mis lágrimas llenan poco a poco inmensos mares de aguas turbias en los que flotan a la par las esperanzas y los sueños, los demás con sus historias y cientos de restos devastados de otros cuerpos tan cansados y tiesos como el mío. Espero ver a lo lejos una orilla, un muro, algo que me indique que he llegado, que el puerto está cerca y sin embargo al mirar al horizonte solo veo sentencias ajenas y falacias de mi boca que no son más que promesas incumplidas y fantasías inciertas. En las noches a veces me parece que te encuentro cerca, que me tocas y deseas y entre las tibias sábanas de mi cama ancha, sin embargo tan solo encuentro mis manos, que resbalan solitarias por mi cuerpo tratando de descubrir cómo es que te necesito tanto si jamás te tuve cerca...